Al día

Una bodega, tres generaciones, una misma mano


José María García, a sus 88 años, uno de los viticultores con más vendimias a sus espaldas Fundó la bodega FIGUERO en su jubilación

Es un hombre valiente y decidido, que, a sus 65 años, lejos de dejar el trabajo se aventuró en un nuevo proyecto con su mujer, Milagros, fundar la bodega FIGUERO. Consciente de que durante 40 años fue el proveedor de las bodegas más reconocidas en Ribera del Duero y que con sus uvas se han elaborado grandes vinos.

Hoy a sus 88 años recuerda sus incertidumbres.

“Tenía una duda, saber si íbamos a encontrar a las personas que supiesen hacer grandes vinos con nuestras uvas y parece que sí los hemos encontrado.”

Cada botella de vino esconde una historia y hay vidas que merecen ser contadas. La de José María ha sido una apuesta continua por la viticultura. “Con quince años planté, con mi hermano, mi primera viña. Plantábamos una a una a mano; cavábamos el hoyo con el azuelón para meter la vid con la raíz americana y el injerto de tinto fino. En un día, plantábamos unas 90 cepas cada uno. Pocos años más tarde mi suegro, Venancio Figuero, me enseñó a podar.”

Es uno de los viticultores con más vendimias a sus espaldas en la Ribera del Duero. Conocedor y fiel defensor de los majuelos de La Horra y de la selección masal de tinto fino autóctono, con el que aún hoy mantiene la variedad que replantaron sus abuelos tras la filoxera. Nacido en el seno de una familia de viticultores, el trabajo de la viña ha sido su motor desde muy joven, una filosofía de esfuerzo constante, una personalidad labrada cepa a cepa, transmitiendo seguridad, pasión y generosidad. Es él quien nos recuerda que cada añada es distinta y, si sabemos escuchar, la vid nos dirá lo que necesita.

“La viña es mimosa pero agradecida, si le tratas bien puedes esperar lo mejor de ella”.

Si bien la vida en el campo no es sencilla, José María ha sabido hacer frente a las adversidades, levantarse cada mañana con la ilusión de un nuevo día y apostar por un cultivo que no siempre fue rentable. El pueblo de La Horra cuenta con un clima extremo, bueno para el desarrollo del tinto fino, pero desagradecido en muchas ocasiones, heladas, granizo, falta de lluvia… retos que sortear año tras año y que solo a través de la tenacidad y la paciencia dan fruto.

Ha vivido épocas donde los recursos eran muy limitados, con jornadas de sol a sol, cuando las tierras se labraban con machos. Pasando por la revolución industrial, con la incorporación de tractores y maquinaria agrícola; a las nuevas tecnologías y ha sabido adaptarse a cada nuevo tiempo con la confianza de ver dar a sus viñas el mejor fruto, y así ha sido.

FIGUERO es un homenaje a nuestro origen, una apuesta por la tierra y por la sabiduría que pasa de padres a hijos. Un proyecto que respira familia por sus cuatro costados, regalando el primer homenaje a su mujer, Milagros Figuero. Quien entrega su apellido cómo muestra de una vida compartida, de un día a día recorriendo el viñedo.

José María ha sabido entender que aquello que le enseñaron sus abuelos tenía un valor incalculable, que él ha sabido mantener y perpetuar en el tiempo. Pero también ha sabido trasmitir a las generaciones que le suceden, dándoles espacio y tiempo para aportar lo aprendido. Haciendo que los vinos de FIGUERO estén llenos de simbolismo hacia la familia y su pueblo. Desde su símbolo, que representa su terruño y las distintas parcelas que componen la colección de viñedo familiar, a su vino FIGUERO que cuenta con su firma. Fortaleciendo su posición cómo viticultor y emblema de lo que significa cuidar de lo que te entregaron y conservarlo a través del tiempo.